lunes, 14 de junio de 2010

Estaba mirando por la ventana mientras fregaba los platos y sentía como la espuma del lavavajillas se deslizaba por sus brazos y sus manos y caía chorreando en dirección al desagüe. En realidad, aunque miraba a través del cristal liso y transparente, no miraba nada. Sólo pensaba en su suerte, o en su no-suerte, para ser más exactos.

Cuántas cosas había perdido y cuántos sacrificios había hecho. ¿Para qué?, se preguntaba mientras enjabonaba los vasos sucios, ¿para qué?

Sabía para qué, para intentar conseguir el bien más ansiado por los hombres, para trazar un camino que no pudiera borrarse, para ser recordad por alguien, querida, apreciada, valorada. En definitva, para ser alguien.
Pero ahora... ahora ya no tenía fuerzas para más. No.