viernes, 12 de junio de 2009

El problema de Greg.

Greg se levantó de la cama como cada mañana y salió al balcón a contemplar el horizonte como hacía cada sábado por la mañana desde hacía unos meses. Ayer por la noche había quedado con Priscila, Pris, como le gustaba llamarla, y nuevamente había sido un desastre. Por la tarde la había acompañado por lujosas tiendas de la ciudad aguantando las bolsas y la chaqueta mientras ella se probaba innumerables vestidos, zapatos y pantalones. "Necesito unos pantalones -le había dicho el día anterior-, ¿me acompañas esta tarde a comprármelos?"
Él no podía negarse, por supuesto que no, lo haría todo por ella, lo haría todo por ella, y eso es lo que llevaba haciendo desde hacía casi dos años. Estaba enamorado y tenía miedo de que ella se diera cuenta de lo poco que valía, por eso la trataba como a una reina y no podía aguantar verla filtrear con otro hombres. Ahora, desde hacía unos meses, ese miedo había aumentado considerablemente.
"No es más que una mala racha que durará poco -le decía el barman una de las tantas noches que pasaba en el bar de la esquina-, pasará pronto."
"No es más que una mala racha que durará poco -le decían sus amigos cuando él expresaba sus preocupaciones dejando entrever solo la mitad de sus sentimientos-, pasará pronto."
Pero nada pasaba, Greg sabía que no estaban mal, pero tampoco estaba bien, y la cena de anoche había sido otro punto más para añadirlo a su lista. Después de las compras Pris le había ofrecido una cena para compensarle y él había aceptado al instante, alegre de que ella fuera la que propusiera la cita, algo que no hacía desde mucho tiempo atrás. La cena empezó bien, Priscila estaba preciosa con su vestido nuevo, comprado esa misma tarde, pero él había metido la pata al instante, en vez de decirle que parecía una princesa y que era la chica de sus sueños, se había quedado callado y con las orejas enrojecidas, como siempre le pasaba cuando algo le deslumbraba. De todos modos, ese había sido el menor de los inconvenientes.
Mientras comían el salmón, Greg quiso servirse un poco más de vino, con tan mala pata que acabó tirándole a Pris la copa sobre su vestido. Por suerte ella se lo tomó con bastante humor y le repitió una y otra vez que no pasaba nada, que el vestido era negro y un poco de vino no se notaría.
"Lo malo es que el olor sí que se nota y la gente pensará que soy alcohólica." -dijo entre risas.
Al final de la cena, que afortunadamente acabó sin más incidencias, Greg le había propuesto a Priscila que se quedara en su casa esa noche, ya que era la más cercana al restaurante y ambos habían bebido, pero ella no quiso. Greg insistió y Priscila acabó gritándole en medio de la calle.
"¡No voy a subir a tu casa, ¿de acuerdo?! ¡Se acabó la discusión!"
Y luego se había ido rápidamente antes de que Greg pudiera cogerla y besarla tal y como hacen en las películas, o simplemente cogerla y decirle que no porque quisiera que se quedase con él quería también sexo, o simplemente decir adiós. Él se quedó parado mientras la gente miraba y subió a su piso mientras se repetía mentalmente lo inútil que era.
Y es que esa era la verdad, desde hacía tiempo Priscila no quería estar en casa de alguno de los dos si estaban solos, no quería meterse en su cama, y ni siquiera quería acariciarle como antes. Greg se sentía solo, inútil y sin autoestima, pero por más que le diera vueltas no podía comprender lo que le pasaba a Pris.
Y es que nadie entiende a las mujeres.

viernes, 5 de junio de 2009



Una sombra se sienta y enciende el ordenador. Entra aquí y vomita palabras en este cuadro vacío, esperando que sean leídas por alguien más aparte de ella, otra sombra tal vez.
Hoy ha visto fotos, fotos de su cumpleaños y ha tenido que apagar bruscamente el ordenador e ir a clase para pensar en otras cosas y olvidarse de la imagen que aún ronda en su mente.
Su imagen.
Ve claramente las fotografías mientras escribe esto, su corazón late más fuerte poco a poco y siente ese conocido dolor en el pecho, ese dolor que lleva torturándola más de un año.
Ya no le ama, eso está claro.
Pero tampoco no le no-ama, y si ni le ama ni le no-ama, ¿entonces qué hace? ¿por qué le duele? ¿por qué llora? ¿por qué se hace preguntas estúpidas mientras recuerda?
No tiene respuestas para estos porqués. Solo sabe hundirse en su interior, dejarse tragar por el agujero negro de recuerdos y quedarse quieta en la cama, abrazándose las piernas mientras las lágrimas le caen por la cara y le mojan el pelo.
Como una muerta.