sábado, 21 de febrero de 2009

Palomas.


He ido a aquella plaza y ya no estaba la niña de las palomas.
La he buscado hasta bajo los bancos, la he esperado hasta el anochecer y he gritado su nombre hasta que los ancianos sordos que toman el sol se han girado, pero nada.
antes, cuando la veía, iba corriendo hacia ella y le decía: "¡Niña de las palomas, niña de las palomas, he encontrado una paloma que es nueva y he comprado migas de pan para que les demos juntas de comer!" Entonces ella me sonreía con esa sonrisa tímida y miedosa, como quien tiene miedo a sonreír demasiado por si parece falsa o mentirosa. La niña de las palomas nunca hablaba y jamás he sabido si era tímida o muda.
Ya no se lo podré preguntar porque hoy no la he visto, y si en dieciséis años no ha fallado a nuestro pacto, ¿por qué hoy sí? ¿por qué hoy no ha aparecido ni ella ni nadie enviado por ella? ¿será que ha crecido, que se ha hecho mayor? ¿será que ya no es una niña, pero sí una mujer?
Desesperada estaba yo mientras el sol se escondía y aparecía la oscuridad en el cielo, pero nada. Todo ha sido en vano. Y cuando ya desistía, he oído gritos y jadeos; no venían de mi alrededor ya que no se vía nada, pero yo los oía como si estuvieran dentro de mi cabeza porque de hecho, es donde estaban. He seguido su llamada, cada vez corriendo más rápido, saltando más alto e impulsando más fuerte mis pies y al fin la he visto.
Un lío de ropas, vísceras y sangre. Un lío de gente, luces y ruidos. Un coche con la pintura arañada y manchada de rojo. Ambulancias, policías, gente curiosa. Y allí, en medio de la calle, mi niña. La niña de las palomas a la que tanto amaba y tanto protegía. Su infancia le había sido arrebatada de golpe, fuertemente, como a mí mi vida.
Nos parecemos tanto, ella muerta, pero viva en la memoria, yo viva ,pero muerta en el corazón.