Escribía, escribía y escribía.
El lápiz se deslizaba rápidamente sobre el papel, sin pausas, sin dudas, y su semblante permanecía estático como el de la más fría estatua, pero el interior era otro cantar.
"Querido diario," -escribía- "no puedo más, aquí mes estoy muriendo poco a poco, no tengo familia ni amigos y lo único que era mío, la vida, se está alejando poco a poco..."
Desahogaba sus sentimientos en ese cuaderno viejo, al que ni siquiera se le podía llamar diario, pero para ella era algo que la ayudaba a evadirse de lo que la rodeaba.
Oía a los niños gritar y llorar al otro lado de la pared, lo cual no la ayudaba mucho a concentrarse y olvidar, pero los baños del orfanato eran el lugar más tranquilo que había podido encontrar tras una fervorosa búsqueda a la luz de la linterna ya que por las noches la luz de la luna no llegaba hasta las ventanas del hospicio, como su hubiese un muro entre sus terrenos y el resto del mundo. Ya sabía que no iba a poder escapar de allí antes de ser mayor de edad, pero aunque deseaba irse con todas sus fuerzas, una parte de ella, su parte prudente, le decía que no iba a poder valerse por sí misma fuera de allí ya que estaba sola.
Sola como nadie lo había estado jamás.
viernes, 23 de enero de 2009
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Publicado por P en 4:09 p. m.
Etiquetas: Entradas del diario
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