martes, 27 de enero de 2009

Entrada 3.


Mientras miraba por la ventana distraídamente simulando que comía, pensaba en la cita con el psicólogo que tenía en menos de media hora. Había asistido a tres sesiones anteriormente y la cosa en vez de mejorar iba a peor; el psicólogo le hacía hablar de su infancia, antes de ingresar en el orfanato, y ella solo recordaba vagos detalles como el olor de los bizcochos que preparaba su madre los domingos o el parque donde iba a jugar por las tardes. el especialista la presionaba para que intentara recordar rasgos de sus padres, ya que intentaba que sus pesadillas (de las que se arripintió nada más comenzar a hablar de ellas) desaparecieran.
La primera tarde que asistió a terapia se puso a llorar de impotencia, la segunda de rabia, y en la tercera simplemente se levantó y se fue antes de que la hora acabase. Ahora tenía miedo de lo que podía suceder, ya que si su comportamiento no era ejemplar, dejaría de asistir a las sesiones, y aunque las odiase, al menos podía desahogarse mínimamente y el asesor no la miraba con ese aire de desprecio, asco y/o miedo con el que lo hacían la inmensa mayoría de las personas del orfanato.
Miró el reloj, dejó el plato con la comida sin empezar en la mesa y se dirigió al despacho que al principio le pareció su salvación, pero poco a poco fue haciéndose más oscuro y más pequeño, casi opresivo.
Abrió la puerta y antes de cerrarla ya se había instalado en su estómago aquella molesta sensación de nervios y apuro, el psicólogo estaba en su sillón leyendo el periódico, pero lo dejó encima de la mesa en cuanto vio quien era la persona que había entrado.
-Bien, hoy has llegado a la hora -le dijo con aquella voz tan grave.
-Sí, señor -respondió ella con una voz infantil, y de inmediato se aclaró la garganta, pues sabía que debía guardar la compostura.
-Hoy te he preparado un ejercicio distinto a los otros que has realizado para recordar cosas de tu niñez, hoy -en este momento aguardó un segundo para explicarle lo que tendría que hacer, en algunos aspectos era un hombre muy teatral-, vas a escribir, a escribir un relato que debe contener únicamente un personaje principal, por lo menos al principio.
Ella escuchaba sin creerse del todo lo que estaba oyendo. ¿Escribir? Bueno, podría servir, no sonaba mal del todo, pero no se creía capaz de plasmar algo mínimamente extenso en un papel, la paciencia no era su fuerte.
-Debes intentar contar una historia que en cierto modo se refleje en ti, no hace falta que el protagonista viva en un orfanato ni nada parecido, pero sí que tenga unas inquietudes, sentimientos y pensamientos similares a los tuyos, ¿lo has entendido?
-Sí.
-Pues sal fuera, busca un sitio tranquilo y empieza ya, no es bueno perder tiempo.

1 comentarios:

M.P. dijo...

q m gustan las ftos! :O
mua